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Este poema también cuenta con varias versiones, aunque la mayoría son iguales que el original salvo por unas pocas líneas añadidas posteriormente. Una gran sección de este poema se convirtió en la tablilla XII de la versión estándar acadia. Al contrario que otros, este poema empieza con un resumen de los acontecimientos que se produjeron inmediatamente después de la Creación el Mundo, es decir, empieza con mitología.
Enki está navegando en su barco y una tormenta lo coge desprevenido. El dios se atemoriza cuando ve que su barco está a punto de hundirse. Durante la tormenta, el viento desarraiga a un sauce y lo envía al río Éufrates. Inanna recoge el árbol Huluppu, vuelve a plantarlo y lo riega con el pie, esperando que crezca para poder usarlo para hacer muebles. Pero tres criaturas peligrosas se mudan al árbol. Una Serpiente que no conoce el encanto anida en sus raíces, el pájaro Imdugud (Anzu) pone sus huevos entre el follaje y un Demonio-Doncella que se llama Lilitu (Lilith) se muda al interior del tronco.
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Inanna y el árbol Huluppu
Inanna le pide a su hermano Utu que le ayude a deshacerse de estas bestias, pero el dios sol se niega por mucho que Inanna invoque a las deidades mayores a las que respeta y adora. Desesperada, Inanna le pide ayuda a Gilgamesh, quien de inmediato obedece y soluciona su problema. La Serpiente muere a manos del acicalado semidiós, mientras que el Pájaro de Trueno y el Demonio-Doncella deciden marcharse. Buena parte de la madera queda en manos de Inanna, aparte de algunas partes selectas de las raíces y las ramas.
Pukku y Mikku
Gilgamesh construye dos objetos, el pukku y el mikku; uno a partir de las raíces y otro con las ramas. Los académicos aún debaten qué podrían ser el pukku y el mikku. Algunos dicen que podrían ser instrumentos, mientras que otros sugieren que se tratan de artefactos de poder. La solución más aceptada es que el pukku es una bola y el mikku es un mazo. Gilgamesh regresa a Uruk con ambos objetos, y tanto él como los jóvenes de la ciudad juegan con ellos durante horas. Sin embargo, debido a las quejas de las mujeres de la ciudad, los dos objetos caen al Inframundo, el reino de la poderosa y terrorífica diosa Ereshkigal.
En busca del inframundo
Gilgamesh solloza por haber perdido los objetos, lo cual lleva a Enkidu a ofrecer su ayuda para recuperarlos. Gilgamesh se sienta junto a Enkidu y le explica lo que de ninguna manera deben hacer si viajan al Inframundo: no llevar ropa limpia ni ungüentos de aceite, no arrojar sus palos, no llevar varas de cornejo ni sandalias, no besar a esposas o hijos amados ni golpear a los odiados. Si hicieran cualquiera de estas cosas, la afligida Ereshkigal los capturaría.
La forma con que Gilgamesh describe a la diosa está revestida de angustia: Ereshkigal yace tendida en una cama enorme, donde se desgarra a sí misma con sus uñas y se arranca el cabello, pues aún está afligida por la muerte de su hijo Ninazu. Enkidu, por supuesto, hace justo lo contrario de lo que le ha dicho Gilgamesh, palabra por palabra. Y para sorpresa de nadie, acaba capturado. Desesperado, Gilgamesh suplica a varios dioses que le ayuden, incluyendo a Enlil, Nanna y Enki. Es este último quien accede a ayudarlo, pidiéndole a Utu que traiga a la sombra de Enkidu y abra las puertas del Inframundo por un momento, para que los dos hermanos puedan reunirse.
Las normas en el inframundo
Enkidu, abrumado por la cantidad de cosas que su hermano le pregunta sobre el Inframundo, le dice que se prepare para llorar sin descanso. A continuación, le explica que su cuerpo se está descomponiendo y que no hay mucho que pueda comer en la mesa de los muertos. De Enkidu, Gilgamesh aprende que todos los padres cuentan con un decente, aunque doloroso asiento en la mesa, siempre y cuando hayan tenido hijos. Los padres sin herederos comen un pan que sabe a ladrillo. Los eunucos que no han conocido el placer están apuntalados contra la mesa, y las mujeres desterradas sufren un destino similar, al igual que los hombres y mujeres vírgenes de clases no sacerdotales.
Los leprosos, las víctimas de plagas, los magullados, los que han caído de un tejado, los ahogados: todos lloran por la pérdida de utilidad de sus extremidades, pues no las recuperarán en el Inframundo. Los padres e hijos irrespetuosos reciben un trato horrible, mientras que los héroes caídos reciben reverencias de sus sollozantes familias. Los bebés nacidos muertos y los hombres que murieron prematuramente gozan de las mejores comodidades, mientras que los navegantes que encallaron y los hombres que no tienen a nadie que les rinda tributo sufren. Pero el peor destino lo sufren aquellos que murieron quemados, pues sus espíritus se desvanecen en el humo y ni siquiera están en el Inframundo.
Fin del poema
Aquí es donde acaba el poema original. Sin embargo, algunas de las versiones halladas en diversas excavaciones muestran adiciones posteriores. Gilgamesh hace más preguntas; por ejemplo, pregunta por quienes rompieron juramentos sagrados. Aunque la parte más fascinante y contemporánea del poema es la que incluye las siguientes preguntas. La primera gira en torno a los ciudadanos de Girsu, ciudad que en el momento en que se escribió la sección había sido conquistada por los amorreos.
Los hijos de Sumeria y Acadia sufrieron debido a esto, al igual que los padres de Gilgamesh, pues debido a la guerra tendrían que beber agua llena de sangre y barro. Gilgamesh regresa a su ciudad, donde promete a las estatuas de sus padres que hará cuanto pueda para que quienes cayeron bajo los amorreos beban agua limpia. Hay pequeñas diferencias entre este poema y la tablilla XII, sobre todo en lo referente a las súplicas de Gilgamesh y los detalles con que Enkidu describe quién sufre, y de qué manera, en el Inframundo.