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Gilgamesh

Gilgamesh vs Enkidu – Capítulo 2

Tiempo estimado de lectura: 11 minutos

Enkidu y Shamhat fueron de camino a Uruk. Durante el viaje, se detuvieron a menudo para mantener relaciones sexuales que, de nuevo, duraron varios días y noches. Descansaron en un campamento de pastores, los cuales se reunieron en torno a ellos, sobre todo para maravillarse ante Enkidu. Lo comparaban, por supuesto, con su rey Gilgamesh.

Alabaron su estatura, su fuerza, su corpulencia y su majestuoso porte. Pusieron abundante comida en su mesa, en concreto pan y cerveza. Sin embargo, Enkidu no comió nada de lo que le ofrecieron, sino que miró confuso a su alrededor, pues nunca antes se había alimentado de pan y cerveza. Shamhat habló con su amante y le convenció de que probara un poco de pan y tomara un sorbo de cerveza, pues ambos alimentos son esenciales para el hombre y platos sagrados de la raza humana.

Tras escucharla, Enkidu comió pan en abundancia y bebió al menos siete copas de cerveza. Sintiéndose contento y un tanto ebrio, la bestia se relajó y empezó a cantar. Un barbero se acercó, le arregló el pelo y después le afeitó, tras lo cual Enkidu fue ungido con aceite y recibió vestiduras comunes. Ahora era un hombre en todos los sentidos de la palabra, preparándose para hacerle frente al poderoso rey Gilgamesh. No te pierdas la historia de la tablilla II de la serie de Gilgamesh.

Mitos del Rey Gilgamesh

La tiranía de Gilgamesh

Gilgamesh

Con su nuevo atuendo, cogió una lanza y se fue a cazar leones para poner a prueba su masculinidad. Mientras copulaba con Shamhat, Enkidu avistó a un muchacho que parecía correr hacia algún sitio. Le pidió a Shamhat que llamara al joven, pues tenía curiosidad por ver adónde se dirigía. Pero, lo que el muchacho compartió con Enkidu y Shamhat enfureció mucho al antiguo hombre salvaje. Se disponía a unirse a una boda local, donde habría música, bailes y gozo suficiente para iluminar al mismo cielo.

Lo que enfureció a Enkidu fue que el joven mencionó una costumbre particular de Uruk: en concreto, que la novia no perdía su virginidad con su futuro esposo, sino con su rey. Esto fue una costumbre Sumeria llamada el «Rito del Matrimonio Sagrado», según el muchacho, los mismos dioses habían decretado esta norma. Todas las mujeres de Uruk pertenecían a Gilgamesh y no había excepciones.

Enkidu se encaminó a Uruk, acompañado por la ramera Shamhat. En cuanto llegaron a la plaza central, la gente empezó a formar un corro en torno a ellos. Al igual que en el sueño de Gilgamesh, observaron al hombre salvaje con asombro, atónitos y perplejos al ver que alguien de gran tamaño y estatura que acababa de llegar a la ciudad. Sin embargo, los habitantes también observaron a Enkidu con más detalle que los pastores días atrás.

Lo compararon con Gilgamesh de forma un tanto más objetiva: Gilgamesh superaba a Enkidu en cuanto a estatura, pero Enkidu era más fornido y huesudo. Concluyeron que el hombre que yacía ante ellos se había amamantado con leche de bestias salvajes y que había crecido en la montaña. Sin embargo, en Uruk había una gran actividad antes de que llegara Enkidu.

Festival de los sacrificios

Gilgamesh, Murallas de Uruk

Se celebraba un festival de sacrificios en el que los jóvenes elegían a un campeón para que se enfrentará a su rey. Una novia adopta el papel de doncella del altar, un papel que Shamhat y sus compañeras ya habían representado, y se disponía a postrarse en la cama destinada a la diosa de los matrimonios. Este era el momento en el que el rey de Uruk practicaba su rito y rompía el himen de la mujer.

Sin embargo, Gilgamesh no llegó a cruzar la puerta, pues Enkidu le bloqueó el paso. Los oponentes no perdieron tiempo observándose entre sí, ni dedicaron un solo segundo a pensar si podían o no vencer a su rival. Enkidu no se declaró el hombre más fuerte del mundo ante Gilgamesh, algo de lo que sí había presumido con Shamhat.

La batalla de dos titanes

Gilgamesh vs Enkidu

En cuanto tapó la puerta del dormitorio con su pie, Gilgamesh lo agarró y ambos empezaron a luchar. Se produjo una feroz batalla en la plaza de la ciudad. Las puertas temblaron, los muros se estremecieron y todos observaron con asombro el forcejeo de los dos titanes. Fue Gilgamesh quien acabó venciendo. Tendió a Enkidu en el suelo con su rodilla hasta que la rabia del hombre salvaje se disipó.

Cuando estuvo más calmado, Enkidu se retiró de la pelea y habló al hombre que le había vencido. Admitió que Gilgamesh era mejor, su destino era gobernar Uruk en el mismo momento en que su madre, la diosa Ninsun, le dio a luz y Enlil declaró su realeza. Sin embargo, Enkidu usó esa misma exaltación como argumento para que Gilgamesh abandonara la costumbre de desvirgar a la novia frente a su esposo.

Le hizo notar al gobernante que ya tenía todo cuanto quería, un rey bendecido por los dioses y que, si renuncia a esa costumbre, puede concentrarse en hazañas más grandiosas. Gilgamesh accedió, tras lo cual ambos se abrazaron y besaron, convirtiéndose al fin en amigos y compatriotas. Gilgamesh decidió presentar a Enkidu a su madre, la diosa Ninsun.

Esta parte de la historia es la razón por la que muchos eruditos creen que podría ser una pareja homosexual. Aunque falta más información al respecto, pues no está del todo claro si eran amigos o algo más. De todas formas es un debate que discutiremos en el último capítulo de la serie, mientras seguimos con la historia.

Una nueva aventura

Humbaba

La diosa riñó a la bestia por atacar a su hijo, lo que puso de manifiesto de que Enkidu era huérfano y ni siquiera tenía hermanos. Esto le afectó mucho, se puso de rodillas y empezó a llorar. Su nuevo amigo, el rey, lo abrazó y le preguntó por qué lloraba. Enkidu relató lo que Ninsun le había dicho, y en respuesta, Gilgamesh propuso lo impensable: matarían a Humbaba (Huwawa), la gran bestia del Bosque de Cedro.

Enkidu ya no estaba triste, sino estupefacto. De inmediato, empezó a hablar con Gilgamesh sobre su próximo combate contra Humbaba. Cuando Enkidu era una simple bestia, había oído hablar de Humbaba. Sabía de la atronadora voz del gigante, su encendida forma de dialogar, su mortal aliento, su oído capaz de detectar sonidos a sesenta leguas de distancia, y su absoluta devoción por proteger el Bosque de Cedro.

Según Enkidu, Humbaba solo se postraba ante Ishkur (Adad), y ninguno de los dioses menores podría desafiar a la bestia. Enlil había creado a Humbaba para proteger el bosque, y nada lo apartaría de ese cometido. Pero Gilgamesh interpretó todo esto como una señal de miedo por parte de Enkidu.

Terror e incertidumbre

Le recordó a su nuevo amigo que era el hombre salvaje de las montañas, que antes de enfrentarse a Gilgamesh ya había sembrado el terror en los corazones de hombres y bestias, y que el miedo no era propio de él. Fueron juntos a la forja, donde se habían elaborado muchas armas para ellos: hachas, destrales, dagas, todas de enorme tamaño y bañadas en oro. Después se produjo el cierre de la ciudad.

Las siete puertas de Uruk echaron sus cerrojos y Gilgamesh reunió a un grupo de jóvenes y viejos para contarles su plan. Se proponía cortar los cedros para atraer a Humbaba y derrotarlo. Los jóvenes escucharon cómo su rey les decía que estaba a punto de adentrarse en lo desconocido, donde se enfrentaría a una criatura a lo que solo él había osado desafiar. Lo único que les pidió fueron sus bendiciones, pues haría el viaje por su cuenta.

El consejo de Uruk

Temiendo por la seguridad de su nuevo amigo, Enkidu trató de hacer entrar en razón al consejo compuesto por ancianos y veteranos de antiguas guerras. Insistió en cuanto a lo que sabía de Humbaba, como su tamaño, su fuerza, su ferocidad y su devoción. El más anciano de los hombres se puso en pie y habló en persona con el rey, con quien no se calló nada.

Le dijo a Gilgamesh que era aún un monarca joven y oportunista ansioso por ponerse a prueba, que controlara su excesiva emoción y su energía. En pocas palabras, le dijo al rey que no estaba pensando con claridad. Volvió a mencionar la fuerza y la ferocidad de Humbaba, como si quisiera subrayar que el rey de Uruk no tenía oportunidad de derrotar a la bestia.

Gilgamesh se limitó a echarse a reír y le preguntó a su amigo, si debería retirarse después de oír todas aquellas advertencias. Lo dijo con voz burlona, haciéndose el asustado. Lo que Gilgamesh respondió al consejo y a Enkidu no se conoce con exactitud, pues la tablilla que contenía sus palabras se ha perdido; pero a juzgar por lo que Gilgamesh haría después, es justo afirmar que no consiguieron persuadirle de no enfrentarse a la bestia en el Bosque de Cedro.