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En este capítulo la diosa Ninsun tiene un papel muy importante. Los ancianos de Uruk no lograron convencer al gran rey para que no se enfrentara a Humbaba. Su querido amigo Enkidu tampoco pudo hacerlo. Tras aceptar la decisión del rey, el consejo apremió a la bestia para que siguiera a su amigo. Las habilidades que adquirió durante su vida salvaje, podrían ser muy útiles si Gilgamesh necesitara ayuda. Le dieron instrucciones de proteger al rey con su vida y traerlo de vuelta a casa para reunirse con sus numerosas esposas.
No obstante, también le dijeron lo mismo a Gilgamesh. Es de esa forma como los dos titanes aceptan volver sanos y salvos. El rey de Uruk sugirió visitar a su madre para obtener su bendición. Los dos amigos fueron juntos de la mano al imponente templo de Ninsun. Gilgamesh fue el primero en entrar, de modo que se acercó a la diosa y se lo contó todo: su plan para talar los cedros, acabar con Humbaba y regresar a Uruk envuelto en gloria donde celebraría el Año Nuevo dos veces seguidas en honor a su éxito en combate.
Sin embargo, su hijo, por poderoso que fuera, necesitaba su bendición para emprender su peligroso viaje con seguridad. Le prometió a Ninsun que volvería con vida, y que entraría de nuevo en Uruk sano, salvo y victorioso. Al igual que Enkidu, Ninsun no se alegró al oír esto. La tristeza abrumó a la poderosa diosa de las vacas y se retiró a los baños públicos, los cuales acabó visitando siete veces. Prepárate para un episodio más de la tablilla III de la serie de Gilgamesh.
Mitos del Rey Gilgamesh
Las plegarias de Ninsun
Utu y Sherida
Primero se bañó a conciencia en agua mezclada con jabón y tamarisco. Limpia y esplendorosa, se puso un traje adecuado para una diosa, rodeó su cuello con un collar enjoyado y se colocó su tiara sobre las cejas. Al fin estaba preparada. La imponente diosa subió las escaleras del zigurat de Utu (Shamash) hasta llegar al templo en la cima. A continuación, encendió un incensario, se puso de rodillas con las manos alzadas al cielo, y habló con el dios del sol. Sus plegarias fue pedir protección para su hijo.
Utu bendijo a Gilgamesh con un ánimo incansable, una energía que ahora le motivaba a meterse en lo desconocido y dar caza a la gran bestia Humbaba. Ninsun tuvo más peticiones para Utu. Le pidió a Sherida (Aya), su prometida, que le acompañara en su viaje de una punta a otra del mundo y le recordó que Gilgamesh estaba ahora bajo su protección. Elogió a Utu, mencionando cómo la naturaleza brillaba y se despertaba a su paso, y recordando que incluso los dioses sumerios aguardaban su llegada.
Sin embargo, no dejó de rogarle a Sherida que recordase a Utu su deber de proteger a Gilgamesh. Le pidió asimismo al dios del sol que hiciera los días más largos y las noches más cortas, para que el rey de Uruk avanzara con seguridad y su devoción no menguara. En sus ruegos, Ninsun explicó cómo Utu podía ayudar a su hijo. Gilgamesh debía recibir indicaciones para poder comunicarse con él en sueños y aprender los rituales que seguiría durante su viaje.
El papel de Utu contra Humbaba
A continuación, pidió a Utu que acometiera a la bestia Humbaba con los trece vientos que conocían los sumerios. Aprovechando esa distracción, Gilgamesh podría golpear con fuerza y precisión. Después de ayudar al rey de Uruk, Utu debería volverse hacia su suplicante y enviarle mulas para que las condujeran hacia los cielos.
Antes de terminar su ruego a Utu, Ninsun le preguntó, casi de forma retórica, si Gilgamesh no era digno de unirse a los dioses, si su hijo no era apto para compartir el cielo. Le preguntó a Utu si su hijo era apto para aprender de Enki (Ea), Señor de Aguas Dulces, o para morar en el reino del “Gran Abajo” junto con Ereshkigal. Una vez más, le rogó a Utu que protegiera a Gilgamesh y lo ayudara a vencer si fuera necesario.
Enkidu: el hijo adoptivo
Cuando Ninsun terminó sus súplicas, volvió a descender la escalera para ocuparse de otras tareas importantes. Una de ellas implicaba a Enkidu, el poderoso hombre salvaje. Se acercó a él y dibujó una marca en su cuello, tras lo cual anunció a todos los presentes que Enkidu era ahora su hijo adoptivo. Le miro a los ojos y le comentó que él no había nacido de su vientre, pero que su amistad con Gilgamesh le concede parentesco según su propio decreto.
Puso a todas las sacerdotisas, hieródulas y trabajadoras del templo a disposición de su nuevo hijo, aceptándolo por unanimidad como descendiente de Ninsun. La diosa les dijo a los dos héroes que deberían practicar ciertos rituales durante la travesía, pero que dichos rituales debían hacerse ahí mismo, en el templo.
El dañado estado de las tablillas originales nos impide saber qué rituales eran o qué implicaban, pero tenemos algunas pistas.
Tablilla deteriorada
Los rituales requerían que los héroes estuvieran en la capilla, donde harían algo con enebros y bayas. Enkidu y Gilgamesh recibieron entonces instrucciones sobre lo que deberían hacer cada cierto tiempo durante el viaje. El poderoso rey de Uruk procedió a dar instrucciones a sus ancianos y sus jóvenes guerreros.
El mensaje de Gilgamesh
Ordenó que los oficiales no hicieran ninguna asamblea en las calles y que cumplieran adecuadamente con sus responsabilidades judiciales hasta que regresara de su misión. Muchos oficiales le desearon suerte y fortuna a Gilgamesh mientras le besaban los pies y le seguían de cerca. Le pidieron que no confiara solo en su fuerza bruta, sino que aprovechara su intelecto y que tratara de derrotar a Humbaba con estrategia.
Una vez más, le insistieron a Enkidu que su ayuda sería importante para el rey. Rogaron que el hombre salvaje fuera el líder de la marcha, esto es debido a su experiencia en la naturaleza y sabiendo que había recorrido esos parajes en muchas ocasiones. Los ancianos volvieron a suplicarle a Enkidu que protegiera a su rey, puesto que ahora estaba al cargo de su seguridad.
Aun sabiendo que no serviría de nada, Enkidu intentó convencer de nuevo a su hermano para que desistiera de enfrentarse a Humbaba, pero Gilgamesh hizo oídos sordos a sus ruegos. El hombre salvaje decidió no insistir más y le pidió al rey que siguiera con atención sus pasos sin perderle nunca de vista, pues sabía dónde dormía Humbaba. Le pidió a su hermano que enviara a la multitud de vuelta a casa, y cuando Gilgamesh así hizo, ambos se encaminaron hacia una aventura en la que quizás la misma muerte los esperaba con los brazos abiertos.