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Gilgamesh

El funeral – Capítulo 8

Tiempo estimado de lectura: 9 minutos

Gilgamesh guardó luto por su hermano a primeras horas de la mañana en el funeral. Narró una prematura dedicatoria en la que detallaba la corta pero memorable vida de Enkidu. Recordó cómo el burro salvaje y la gacela habían criado a Enkidu como padre y madre, cómo bebió la leche de asnos en lugar de la de una madre humana, cómo correteaba por la hierba junto con otras bestias salvajes de praderas y bosques. Rogó al Bosque de Cedro, el mismo al que ambos habían deforestado en parte y liberado de su guardián, que llorara la muerte de Enkidu.

El rey pidió entonces a los ancianos de Uruk que se unieran al luto. Eran los mismos ancianos que les rogaron en su momento que no persiguieran a Humbaba (Huwawa). El afligido monarca suplicó también a la gente de Uruk que llorara la pérdida de Enkidu junto a él: el mismo pueblo que había visto a Enkidu como el igual de Gilgamesh durante aquel primer encuentro. Esto es la historia de la tablilla VIII de la serie Gilgamesh.

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Un entristecido Gilgamesh

Gilgamesh y la muerte de Enkidu

Les pidió a las montañas, las colinas, las praderas, los árboles caídos, el sagrado río Karún (Ulay), el fértil río Éufrates, las bestias que él mismo había cazado como la hiena, la pantera, el guepardo, el ciervo, el chacal, el león, el toro salvaje, el antílope, la cabra montés… A todas les pidió que lloraran por su hermano adoptivo, que ahora yacía postrado y muerto ante él.

Rogó a los jóvenes de Uruk, quienes habían visto a los dos hermanos derrotar al Toro del Cielo y enfurecer a Inanna (Ishtar), les rogó que se unieran al duelo. Gilgamesh también mencionó a pastores y pastorcillos, cerveceros, labradores y todos los que habían ayudado a civilizar a Enkidu. Asimismo, le pidió a Shamhat, así como a otras rameras y a los nobles, que lamentaran la pérdida de su hermano. En su soledad junto al cuerpo del hombre salvaje, Gilgamesh le pidió al mundo entero que guardara luto por Enkidu.

Y por supuesto, se unió a ellos en el funeral, llorando con más fuerza y dolor que nadie. ¡Y cuán doloroso fue el llanto de Gilgamesh! Se comparó a sí mismo con una mujer destrozada por la pérdida de un hijo. Pues el mundo había dejado al poderoso rey de Uruk sin su hermano. El hacha en el muslo, el puñal en el cinto, el escudo ante el rostro, el atuendo festivo que llevaba, el cinturón que sostenía dicho traje… Estas y otras piezas eran de igual importancia para Enkidu. Y Gilgamesh siguió comparando a Enkidu con otros objetos gloriosos.

Recordando a Enkidu en el funeral

Funeral de Enkidu

Se refirió a su hermano como un asno salvaje a la carrera, un burro de las montañas, una pantera que recorría la naturaleza. Y volvió a mencionar cómo habían matado a la poderosa bestia Humbaba y aniquilado al Toro del Cielo, recordando lo que ambos habían sido capaces de hacer juntos. En un desesperado acto de negación, gritó directo al rostro del fallecido Enkidu para intentar despertarlo, fingiendo no saber que su hermano nunca volvería a abrir sus ojos. Gilgamesh lo tapó con una sábana, donde cubría ahora el rostro de Enkidu.

Tras colocarla, Gilgamesh empezó a dar vueltas alrededor del lecho de muerte, imitando a los animales salvajes y las aves de presa que buscan un posible bocado de un animal muerto. El poderoso rey de Uruk empezó a enfurecerse mientras hacía esto, y acabó arrancándose sus vestiduras y su cabello, hasta parecer un mendigo o un demente. Este ataque de locura no le abandonó hasta el siguiente amanecer.

Homenaje y luto

Pidió a herreros, lapidarios, caldereros, orfebres, joyeros y demás artesanos que construyeran una estatua de Enkidu hecha de oro, lapislázuli y otros materiales. Ordenó en el funeral que la estatua se colocara junto al lecho de muerte de Enkidu, para que todos los gobernantes del mundo besaran los pies del héroe caído. De nuevo, se dirigió al cuerpo de su amigo y le prometió que toda la nación lloraría su muerte.

También prometió que se dejaría el cabello sucio y llevaría pieles de animal en lugar de vestiduras nobles para embarcarse en un peregrinaje que se impuso. Gilgamesh entró en su enorme tesorería y contempló sus riquezas, que abarcaban objetos de obsidiana, lapislázuli, cornalina, alabastro, oro, plata, gemas y otros materiales valiosos.

La lista de cuanto Gilgamesh otorgó a su hermano fallecido, por desgracia, está muy dañada en los textos originales, pero se sabe que proporcionó enormes cantidades de artículos de oro, marfil, cornalina y hierro, además de carne de buey y de oveja.

Tablilla VIII deteriorada

Las ofrendas de Gilgamesh

Zigurat

El rey procedió entonces a dar ofrendas a cada uno de los dioses en pleno funeral. Inanna, la diosa a la que había rechazado no mucho tiempo atrás, recibió un bastón de madera reluciente.

Nanna-Sin, el dios de la luna y padre de Utu (Shamash) e Inanna, recibió un regalo que lamentablemente desconocemos debido al daño de la tablilla original.

Tablilla VIII deteriorada

Ereshkigal, la diosa del inframundo, recibió un frasco de lapislázuli. Dumuzi (Tammuz) el Pastor, amante de Inanna, obtuvo una flauta de cornalina. Namtar, el visir del inframundo e hijo de Ereshkigal, recibió una silla de lapislázuli. Otro regalo que no conocemos es el de Hushbisha, la azafata del inframundo. Hubo varios obsequios para Qassu-tabat, barrendero de Ereshkigal, entre los que se incluyen un broche de plata y un brazalete de cierto metal.

Ninshuluhha, la diosa limpiadora del hogar, recibió un objeto de alabastro que incluía incrustaciones de lapislázuli y cornalina y mostraba una imagen del Bosque de Cedro. El dios Bibbu, carnicero del inframundo, se llevó una daga de doble filo que tenía una empuñadura de lapislázuli y una imagen tallada del gran río Éufrates. La diosa Dumuzi-abzu, también conocida como el chivo expiatorio del inframundo, recibió un objeto cuya parte trasera estaba hecha de alabastro. Al final, un dios cuyo nombre no se menciona recibió lo que pudiera ser una caja de cornalina con una tapa de lapislázuli.

La petición del rey de Uruk

El sueño de Gilgamesh

Todos estos regalos fueron dispuestos ante el Dios Sol Utu, y Gilgamesh pidió una sola cosa a cambio: que los dioses lo recibieran en el inframundo, y que caminaran junto a él para que su alma no muriera.

A continuación, se produjeron varios eventos que no conocemos debido a los daños de la tablilla, aunque sí sabemos que alguien le habló a Gilgamesh de los Anunnaki y que el rey de Uruk consideró construir una presa en un río no especificado.

Tablilla VIII deteriorada

Después, el rey de Uruk se encontró de nuevo con los primeros rayos del alba, bajo los cuales siguió trabajando para honrar a su hermano muerto. Abrió las puertas de la ciudad y trajo una enorme mesa sobre la cual dispuso comida y bebida, incluyendo varios platos de cornalina con miel y platos de lapislázuli con mantequilla. También decoró la gran mesa, todo para contentar al Dios Sol Utu.

Tristemente, el resto del funeral sigue siendo un misterio para los lectores modernos, pues aún no se han encontrado las líneas que conforman las escenas posteriores.

Tablilla VIII deteriorada

Los dioses sumerios también vieron